miércoles, 28 de octubre de 2015

Masters of sex. Capítulo 1x05. 2013.

    William Masters fue un ginecólogo que estudió por primera vez la sexualidad humana desde un punto de vista médico-científico, junto con la psicóloga Virginia Eshelman. Ambos son los protagonistas de "Masters of sex", serie que narra aquel estudio.

    Ellos dos son el principal atractivo de la serie, dos personajes realmente geniales, aunque por motivos diferentes. Bill es el "Superman" de los ginecólogos, si hay algo que parece imposible en ese campo, él es el hombre que obrará el milagro. Una auténtica eminencia médica a quien su talento le obliga a asumir una responsabilidad gigante, descuidando gravemente otros aspectos de su vida para dedicarla casi enteramente a su trabajo.

    Virginia, por su parte, eclipsa completamente el mérito que pueda tener Bill. Ella también está volcada con el estudio, y trabaja tantas horas como él, pero además de eso aún tiene tiempo y energías para lidiar con el cuidado de sus dos hijos, batallar con sus dos ex-maridos, tratar de construir algo de vida sentimental, estudiar para seguir aprendiendo, ser al mismo tiempo secretaria y ayudante de Bill e incluso consolar a la mujer de éste en momentos difíciles en los que él está ausente, tanto física como emocionalmente.




    El capítulo cinco de esta serie es una genial lección de cómo desarrollar personajes en menos de una hora. Bill no puede tener hijos, pero lo que le ha dicho a su mujer, engañándola, es que ella es la estéril. Este hecho nos da una idea de lo orgulloso que es el protagonista, una persona acostumbrada a poderlo todo en su oficio, no soporta el ser incapaz de algo así. A pesar de esto, la mujer de Bill se queda embarazada, pero en este capítulo va a perder el bebé. Esta tragedia va a conseguir que veamos por primera vez a Bill Masters hundido y desesperado, pero no por el hecho de haber perdido a su hijo. Lo que más le duele es no haber podido impedir el aborto, que su enorme talento no ha servido para nada. Esto, unido a la certeza de que no volverá a haber otro embarazo, es más peso del que la espalda de Bill Masters puede aguantar. El ginecólogo paga su frustración con su madre, una mujer (la verdad) odiosamente entrometida e ingenua. Ella trata de animar a su hijo de la peor forma que se puede animar a un hombre de ciencia que ha fracasado en su especialidad: apelando a dios, a la fe y a que gracias a eso "todo saldrá bien". Su hijo sabe que no será así: "hay un término para su curioso hábito, madre. Lo denominamos hacerse ilusiones, o autoengaño, o enfermedad".

    Y en el polo opuesto se encuentra Virginia. Ella también acaba el capítulo hundida, pero por razones prácticamente contrarias a las de Bill. Con una actitud realmente solidaria, se mantiene al lado de la pareja en todo momento para ayudarlos a sobrellevar el trauma. Y le da a cada uno de ellos lo que necesita: a Bill trabajo, es el único refugio en el que se siente a gusto; a su mujer, apoyo moral, sentimental y (más importante) femenino que Bill es incapaz de darle. Este comportamiento altruista provoca un conflicto con su hijo pequeño, que muestra una actitud hostil hacia su madre, ya que considera que no se ocupa de él al no poder pasar tiempo a su lado. Nada más lejos de la realidad, obviamente. La historia de nuestra protagonista es la historia de muchas mujeres que lo dieron y lo dan todo y que nunca reciben el reconocimiento que merecen. Virginia se desloma día a día para dar a sus hijos una vida digna, pero ha cometido el terrible e indecente pecado de querer tener una vida propia, personal y profesional. Eso en los años 60 es una verdadera hazaña, lo normal es tomar una decisión dicotómica: hijos o trabajo. Ella no está dispuesta a resignarse a esa injusta elección, lo que le cuesta el odio de su hijo, que quiere más a su padre a pesar de que éste no quiere verlo más allá de fines de semana ocasionales. La protagonista no puede ocultar más la frustración, está nadando en un mar falocéntrico tratando de no ahogarse: "hago todo lo que puedo, pero ya veo que no es suficiente. Henry me odia, porque siempre estoy trabajando. Y no le culpo, la verdad".

    "Masters of sex" es una serie que basa su atractivo casi por completo en sus personajes, y la relación entre éstos. Otra de las virtudes más importantes es que reivindica en todo momento un "feminismo natural" al más puro estilo "Mad men". Esto es, no hace falta que la serie incluya grandes injusticias hacia las mujeres que se producían en aquella época; simplemente narrando con naturalidad la realidad vivida por el género femenino ya es suficiente para que, con la visión actual, veamos el machismo presente y latente de los años 60 y el enorme mérito que tuvieron pioneras como Virginia.



Lo mejor: Virginia.
Lo peor: la serie depende totalmente de los dos personajes principales.
Nota del capítulo: 9/10

martes, 13 de octubre de 2015

Gett: el divorcio de Viviane Amsalem. 2015. Shlomi y Ronit Elkabetz.

     El “gett” es el divorcio religioso judío. En Israel existen dos maneras de disolver un matrimonio: el divorcio civil no supone mayor problema, es concedido con rapidez y separa a la pareja de inmediato; más difícil resulta acceder a un divorcio religioso, puesto que conlleva un procedimiento más largo y muchas probables dificultades si no hay un acuerdo mutuo en la pareja.

     El gett tiene que llevarlo a cabo un Tribunal Rabínico, órgano colegiado formado por tres rabinos. Sólo a través de este tipo de órgano es posible conseguir el gett. Se trata de un procedimiento que apenas se dilata un par de horas, lo suficiente para escuchar a las partes y los testigos que, en su caso, sean necesario. Ahora bien, ¿qué sucede cuando uno de los dos miembros de la pareja no está dispuesto a acabar con el matrimonio? Es aquí donde se manifiestan los problemas. En principio, el gett no se concede sin el acuerdo de ambas partes. El Tribunal no puede obligar a disolver el matrimonio judío si no existe conformidad de ambos cónyuges.

     Ahora bien, la discriminación sexista de este proceso la encontramos en las prerrogativas con las que cuenta el Tribunal, que son algo diferentes dependiendo de qué cónyuge se niegue a conceder el gett. Si el hombre se niega, la mujer no puede volver a casarse, ni tener relaciones ni contacto con otros hombres mientras el matrimonio no llegue a su fin. Los rabinos pueden tomar medidas coercitivas si se da este caso: retirar el permiso de conducir al marido, cancelarle las cuentas bancarias o, incluso, en casos extremos, penas de prisión. Pero nunca se le va a permitir a la mujer volver a casarse ni estar con otros hombres mientras esta negativa se mantenga. Es el marido el que tiene la última palabra. Sin embargo, en el caso contrario, si la mujer se niega a conceder el divorcio, el Tribunal tiene la potestad, además, de dar permiso al marido para que mantenga relaciones con otras mujeres.

     Hasta aquí las características que significan una discriminación expresa en lo referente al gett. La otra, la que siempre aparece en temas de género, es la discriminación tácita. En Israel hay cientos de mujeres atrapadas en matrimonios no deseados, mientras que sólo se conocen dos casos de hombres que quieren acceder al divorcio y no lo consiguen por la negativa de sus mujeres. El término para describir a estas mujeres retenidas en matrimonios fracasados es “agunah” (encadenada).





     En este contexto se desarrolla “Gett: el divorcio de Viviane Amsalem”. En el film se expone la desesperación de la protagonista, que ve su vida convertida en un infierno debido a la terca negativa de su marido a concederle el divorcio. La película no sigue los códigos narrativos clásicos del cine, ya que la acción transcurre por completo en la sala del juzgado, y el desarrollo temporal utiliza al menos media docena de elipsis de entre dos y seis meses entre sesiones. El planteamiento de la película es bastante aséptico, en el sentido de que no se nos muestra en ningún momento lo que pasa fuera de la sala: cómo son o eran las discusiones entre la pareja, si hubo malos tratos, ni siquiera se ahonda en exceso en los motivos por los cuales ella quiere divorciarse. Queda bastante claro que los directores no querían intoxicar la trama con estas cuestiones, sino hacer una exposición más rasa: Viviane quiere divorciarse de su marido, por los motivos que sea, no lo ama y eso ya es suficiente, no es necesaria más justificación.

     Nos encontramos por lo tanto ante una obra de denuncia social. En ella se reprueba la preferencia de una dogmática institución como el matrimonio sobre la libertad individual de la persona. Viviane va a tener pocos aliados en su lucha contra la teocracia, los convencionalismos y el machismo existente en diversas facetas de la cultura judía: la religión, la justicia, el Estado, la familia o el sexo. Pero su determinación es firme, y no está dispuesta a ceder ante el aluvión de mentalidades falocéntricas que pretenden mantenerla encadenada eternamente.



Nota: 7/10.

Lo mejor: como tantas otras veces, el cine nos brinda la oportunidad de conocer realidades que de otra forma seguiríamos ignorando.

Lo peor: la explicación de los cuatro primeros párrafos de la crítica no está incluida en la película, se hubiera agradecido.