William Masters fue un ginecólogo que estudió por primera vez la sexualidad humana desde un punto de vista médico-científico, junto con la psicóloga Virginia Eshelman. Ambos son los protagonistas de "Masters of sex", serie que narra aquel estudio.
Ellos dos son el principal atractivo de la serie, dos personajes realmente geniales, aunque por motivos diferentes. Bill es el "Superman" de los ginecólogos, si hay algo que parece imposible en ese campo, él es el hombre que obrará el milagro. Una auténtica eminencia médica a quien su talento le obliga a asumir una responsabilidad gigante, descuidando gravemente otros aspectos de su vida para dedicarla casi enteramente a su trabajo.
Virginia, por su parte, eclipsa completamente el mérito que pueda tener Bill. Ella también está volcada con el estudio, y trabaja tantas horas como él, pero además de eso aún tiene tiempo y energías para lidiar con el cuidado de sus dos hijos, batallar con sus dos ex-maridos, tratar de construir algo de vida sentimental, estudiar para seguir aprendiendo, ser al mismo tiempo secretaria y ayudante de Bill e incluso consolar a la mujer de éste en momentos difíciles en los que él está ausente, tanto física como emocionalmente.
El capítulo cinco de esta serie es una genial lección de cómo desarrollar personajes en menos de una hora. Bill no puede tener hijos, pero lo que le ha dicho a su mujer, engañándola, es que ella es la estéril. Este hecho nos da una idea de lo orgulloso que es el protagonista, una persona acostumbrada a poderlo todo en su oficio, no soporta el ser incapaz de algo así. A pesar de esto, la mujer de Bill se queda embarazada, pero en este capítulo va a perder el bebé. Esta tragedia va a conseguir que veamos por primera vez a Bill Masters hundido y desesperado, pero no por el hecho de haber perdido a su hijo. Lo que más le duele es no haber podido impedir el aborto, que su enorme talento no ha servido para nada. Esto, unido a la certeza de que no volverá a haber otro embarazo, es más peso del que la espalda de Bill Masters puede aguantar. El ginecólogo paga su frustración con su madre, una mujer (la verdad) odiosamente entrometida e ingenua. Ella trata de animar a su hijo de la peor forma que se puede animar a un hombre de ciencia que ha fracasado en su especialidad: apelando a dios, a la fe y a que gracias a eso "todo saldrá bien". Su hijo sabe que no será así: "hay un término para su curioso hábito, madre. Lo denominamos hacerse ilusiones, o autoengaño, o enfermedad".
Y en el polo opuesto se encuentra Virginia. Ella también acaba el capítulo hundida, pero por razones prácticamente contrarias a las de Bill. Con una actitud realmente solidaria, se mantiene al lado de la pareja en todo momento para ayudarlos a sobrellevar el trauma. Y le da a cada uno de ellos lo que necesita: a Bill trabajo, es el único refugio en el que se siente a gusto; a su mujer, apoyo moral, sentimental y (más importante) femenino que Bill es incapaz de darle. Este comportamiento altruista provoca un conflicto con su hijo pequeño, que muestra una actitud hostil hacia su madre, ya que considera que no se ocupa de él al no poder pasar tiempo a su lado. Nada más lejos de la realidad, obviamente. La historia de nuestra protagonista es la historia de muchas mujeres que lo dieron y lo dan todo y que nunca reciben el reconocimiento que merecen. Virginia se desloma día a día para dar a sus hijos una vida digna, pero ha cometido el terrible e indecente pecado de querer tener una vida propia, personal y profesional. Eso en los años 60 es una verdadera hazaña, lo normal es tomar una decisión dicotómica: hijos o trabajo. Ella no está dispuesta a resignarse a esa injusta elección, lo que le cuesta el odio de su hijo, que quiere más a su padre a pesar de que éste no quiere verlo más allá de fines de semana ocasionales. La protagonista no puede ocultar más la frustración, está nadando en un mar falocéntrico tratando de no ahogarse: "hago todo lo que puedo, pero ya veo que no es suficiente. Henry me odia, porque siempre estoy trabajando. Y no le culpo, la verdad".
"Masters of sex" es una serie que basa su atractivo casi por completo en sus personajes, y la relación entre éstos. Otra de las virtudes más importantes es que reivindica en todo momento un "feminismo natural" al más puro estilo "Mad men". Esto es, no hace falta que la serie incluya grandes injusticias hacia las mujeres que se producían en aquella época; simplemente narrando con naturalidad la realidad vivida por el género femenino ya es suficiente para que, con la visión actual, veamos el machismo presente y latente de los años 60 y el enorme mérito que tuvieron pioneras como Virginia.
Lo mejor: Virginia.
Lo peor: la serie depende totalmente de los dos personajes principales.
Nota del capítulo: 9/10