Son contadas las ocasiones en las que un film basado en una novela consigue igualar o superar a la obra escrita. "Perdición", "Psicosis", "El Padrino" o, por supuesto, "Trainspotting" son ejemplos que indudablemente lo consiguieron. La clave es conseguir dotar a la película de una identidad y autonomía propias. El error habitual es hacer un simple traslado a imágenes de las palabras, de forma que la adaptación está condenada a ser un producto sin alma, una obra sin personalidad propia. Sin embargo, el cine es perfectamente capaz de hacer servir determinados instrumentos artísticos para que la experiencia de ver el film se diferencie de la de leer el libro. El reparto de actores, los códigos narrativos, la banda sonora o la capacidad de impactar visualmente al espectador son recursos propios del séptimo arte imprescindibles para que la adaptación se emancipe de la obra original. Danny Boyle consiguió reunirlos todos, y de qué forma.
"Trainspotting" no tiene argumento. O, al menos, no tiene historia. Nos va a mostrar simplemente un grupo de amigos drogadictos (la mayoría de ellos) de Edimburgo sin preocupaciones, metas ni intereses concretos más allá de sobrevivir cada día, tomarse un par de cervezas, hacer unas risas e inyectarse heroína cuando consiguen reunir el dinero suficiente. Lejos de ser, como todas las que tratan el tema de las drogas, un alegato contra éstas, esta película no se limita a hacer un relato sobre las terribles consecuencias de consumirlas. Las vemos, sin duda, pero dentro de una imparcial descripción de dichas consecuencias, en la que también se exponen las no tan terribles ("coge el mejor orgasmo que hayas tenido, multiplícalo por mil... y ni siquiera andarás cerca").
Cuando acabamos de leer la genial novela de Irvine Welsh, tenemos la sensación de conocer a la perfección a cada uno de los personajes, de prácticamente ser uno más de ellos. El escritor escocés dio en la diana con el tipo de narración: en primera persona de forma rotativa. Esto es, cada capítulo está narrado por un personaje diferente, lo que facilita enormemente el desarrollo de los mismos y la empatía del lector hacia ellos. Obviamente Boyle no podía hacer servir esta técnica, ni falta que le hacía. El personaje más relevante, Mark Renton, va a ser nuestra voz en off, y al resto vamos a conocerlos por sus propios comportamientos y, sobre todo, por la reacción de cada uno ante las actitudes de los demás.
"Lust for life" de Iggy Pop acompaña al magnífico monólogo existencialista de Renton. Así empieza la película, con un ritmo frenético que no va a abandonar en sus 90 minutos de duración y marcando los cimientos de la forma de vida de nuestra pandilla protagonista. No vamos a tener tiempo de recuperarnos de este arranque, que es como un directo de derecha nada más empezar; el film no nos lo va a conceder, pero con el tiempo nos daremos cuenta de que hemos asistido a uno de los mejores inicios del cine. A partir de ahí lo que vamos a ver es la interacción de media docena de personajes esculpidos perfectamente mediante unos diálogos brillantes, un puñado de situaciones que van desde lo irreverente hasta lo absurdo, algunas impactantes escenas que quedarán en nuestra retina para siempre (ese bebé gateando por el techo...), peleas, traiciones, alcohol, apuestas, robos y droga, mucha droga.
El elenco al completo está de sobresaliente. Robert Carlyle y Jonny Lee Miller firman unas actuaciones extraordinarias, pero por encima de todos sobresale Ewan McGregor. Es el mejor papel de la carrera del actor escocés. Renton es un personaje muy sui géneris, es muy difícil incluirlo en la clásica y limitada dicotomía bueno-malo. No se puede decir que actúe para perjudicar a sus amigos, pero desde luego tampoco tiene planeado mover un dedo para ayudarles. De hecho, no tiene planeado nada. Va a hacer lo que en cada momento le apetezca o piense que puede generarle un placer o un beneficio sin plantearse ni importarle si alguno de sus colegas va a ser damnificado por culpa de su comportamiento. Que se lo digan si no al pobre Tommy, o a todos ellos al final de la película. Renton no va a causar "activamente" un daño a ninguno de sus amigos, pero tampoco vamos a ver atisbo alguno de remordimiento si sus actos conllevan pasivamente un perjuicio para ellos. Sencillamente no se lo plantea. No estamos ante un personaje inmoral, pero sí tremendamente amoral.
El resto de personajes son igualmente deliciosos. Sick Boy es un depravado vividor mujeriego cuya gran pasión es Sean Connery; Spud es ingenuo y simplón, no tiene ni pizca de maldad y tampoco de inteligencia; Tommy es probablemente el más normal de todos, es deportista, tiene novia y no se droga (en principio), pero irónica y trágicamente va a ser el que peor suerte va a tener; y Frank Begbie es un psicópata, un violento perturbado que resulta ser uno de los mayores atractivos de la película (sus apodos en la novela son "Franco", "El Generalísimo" y "El Pordiosero").
La banda sonora es una de sus mayores virtudes. Al ya mencionado Iggy Pop se unen New Order, Lou Reed, Blur o Underworld, entre otros. Cada canción parece haber sido hecha especialmente para el momento de la película en el que suena. 20 años después, aún escuchamos "Born Slippy" en muchas discotecas, y siempre es inevitable que a la cabeza te venga la imagen de Ewan McGregor con esa ridícula camiseta y Travis, de "Taxi driver", detrás. Cada tema encaja perfectamente con la escena en la que suena, es sin duda una de la mejores selecciones musicales para una película.
Es éste uno de los films más influyentes para toda una generación, y probablemente el más destacado de la década de los 90. Una obra imprescindible del cine europeo que rompió moldes en su día y que huye de la típica moralina de las películas que tratan este tema. Un chute de cine puro que pasa a formar parte de tu vida, y que puedes ver una y mil veces sin dejar de disfrutarla.
"Yo elegí no elegir la vida. Yo elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?"
Nota: 10/10.
Lo mejor: todo, es extraordinaria.
Lo peor: hay que cruzar los dedos para que "Porno", su secuela, esté a la altura.
Otras películas interesantes del director: Slumdog Millionaire, 127 horas, 28 días después.